Examinando por Autor "Cabrera V., Luis Felipe"
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Ítem Manejo de un sangrado por úlcera posligadura de várices esofágicas mediante prótesis metálica autoexpandible: reporte de un caso y revisión de la literatura(Asociación Colombiana de Gastroenterología, 2015) Rey, Margarita; Solano, Jaime; Sierra A., Fernando; Cabrera V., Luis FelipeLos inicios del manejo del sangrado variceal con compresión directa datan de 1930 por Westphal y colabo- radores. Después, en 1950, se desarrolló el balón de Sengstaken-Blakemore, definido por Panes y colabo- radores como la primera línea de terapia; en 1980, a nivel de várices esofágicas y en várices gástricas, se empleaba el balón de Linton-Nachlass (1, 2). Se presenta el caso clínico de un paciente con cirrosis hepática por hepatitis C, Child B, con várices esofágicas, a las cuales se les realizó ligadura en dos ocasiones por san- grado y en la segunda ocasión por inminencia de ruptura, esta última llevada a cabo dos semanas antes del evento. El paciente muestra un cuadro clínico compatible con hemorragia de vías digestivas altas masiva, con evidencia endoscópica de úlcera esofágica sangrante que no mejora con terlipresina, ni escleroterapia con adrenalina, ni compresión local con balón de acalasia. En consecuencia, como terapia de rescate se decide colocar un stent esofágico metálico autoexpandible parcialmente recubierto (por no contar con totalmente recubierto en el momento), con control parcial del sangrado. Es recomendable el uso del stent como terapia de rescate para el sangrado por várices esofágicas refractarias. Debe emplearse el diseñado especialmente para esta indicación (SX-Ella Danis), como un puente para poder estabilizar al paciente y realizar una terapia definitiva como la TIPS, tal cual como se procedió en un nuestro paciente.Ítem Re-discovering surgical innovation - An essential component of the academic surgeon(Elsevier Inc., 2021) Cabrera V., Luis Felipe; Villarreal, Laura; Pedraza, Mauricio; Torregrosa, LilianEn los últimos años, la cirugía académica ha cobrado gran relevancia y trascendencia. Más que una práctica, es una cultura que impacta tanto en la ciencia como en la atención al paciente. De acuerdo con Jain et al. la misión de los departamentos académicos de cirugía es “mejorar la práctica de la cirugía y, al mismo tiempo, educar y satisfacer las necesidades de sus profesores, residentes/becarios, estudiantes de medicina, pacientes y la comunidad”.1 Como cirujanos, tenemos el poder de cambiar y mejorar la vida de los pacientes de una manera única, rápida y agradable. Más que una habilidad, se considera un arte excepcional y sobresaliente. Por lo tanto, según la definición actual del Dr. Scott A. LeMaire ( Fig. 1 )2, al ser cirujanos académicos, nos volvemos aún más valiosos. No solo estamos impactando la vida de los pacientes, sino que estamos inspirando y guiando a los estudiantes de medicina y residentes a través de la tutoría, que es un proceso gratificante y necesario que impacta personal y profesionalmente a las generaciones jóvenes a largo plazo. Los mentees necesitan orientación para cumplir metas y expectativas, y como mentores, además de sentir satisfacción, al fortalecer la academia aprendemos y nos mantenemos actualizados. Además, como cirujanos académicos, nos convertimos en educadores de futuros cirujanos al dominar habilidades e impartir conocimientos a través de nuestra experiencia personal, lo que permite investigaciones que contribuyen a los avances en el campo quirúrgico. Sin embargo, a este concepto original le falta una cosa: la innovación quirúrgica.